que no estrellé mil besos contra tu muro,
y que no fui una manifestante de poemas contra mi orgullo. Tan imponente y militar como de costumbre.
Y hablando de costumbres. Hay costumbres que limpian asperezas.
Ojalá sea capaz de barrerte.
Impregnaste todo mi ser de preguntas, escalofríos e ilusiones. Y no sé cómo hacer para convertirme en vacuna.
¿Sabes qué? No se cómo consigues pintar mis primaveras de colores amargos.
De estallarme la cabeza
a misiles subterráneos.
De romperme
el alma
sin ni siquiera echar un pulso.
Pequeño diablo.
Me quemaste hasta la sonrisa de pega.
C.T
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