De tantas oportunidades que da la vida,
sembré todas con tu nombre y apellidos.
Aquí, la ilusa de turno,
se sigue dejando uña y carne
en cada una de tus embestidas.
Dijeron que la fórmula era paciencia.
Y exactamente, mucha -ciencia debo de aplicar
cada vez que me cierras la puerta
o, apareces debajo de mi ventana.
Porque tus telarañas están en todas las esquinas de mi habitación,
porque mi almohada tiene tus ventiscas,
y porque yo no sé esconderme en otro sitio
que no sea tu cuello.
Así de fácil, me vas y me vienes.
Y así de difícil me es entenderte.
Habrá un día en el que yo haga de ti
lo que yo quiero contigo.
Llegará el día, en que sea capaz de mirar
tu boca
y no me duela pensar que
ya
no
es
mía.
C.T
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