Y qué le diremos al destino si no nos queremos
vivos.
Nos escapamos entre tantas horas
saboreando lo que un día sería la conquista
de nuestros sueños prohibidos.
Qué le diremos a los vicios
tentándolos en nuestras bocas, rabiándoles
abusando de ellos para nunca ya,
darles ningún ritmo.
Qué serán de las ganas que crearon
la metamorfosis en mis costillas.
Tan efímero fue ese desenfreno que a mis labios
se les rompieron los huesos.
Y ahora ya,
ni celos, ni brisa, ni pelo.
C.T
Los vicios, mejor sin testigos
ResponderEliminar;)
A veces las palabras sobran ante lo vivido y perdido.
ResponderEliminarSaludos.