martes, 25 de marzo de 2014

Dejarte sin aliento

Y tal vez, cuando tengas que recordar que has de olvidarme, no será tan sencillo.


(La dijiste que nunca te habías enamorado y que ella sí iba a cometer ese error.)

Sin ton ni son, en el momento que besó tus labios, no podías sacarte aquel manjar de tu boca. Procuraste no caer en el miedo de la dependencia. Y buscaste más labios con sabor a cereza que hubieses imaginado. Ahí te diste cuenta de que aquellos eran únicos.

La invitaste a cenar y viste lo mujer que era, sus curvas suaves y elegantes que marcaban su vestido ceñido eran un oasis en tu vida desértica. Conociste lo niña que podía ser al robarte el corazón con una sonrisa. Y ya no podías dormir por las noches por que tu única y constante pesadilla era ella.

Enloqueciste y buscaste en tu agenda las mujeres más similares y las más diferentes, pero al final de tu juego comprendiste que no era la caricia en sí, sino la mano. Que no eran los colores de los ojos, sino el brillo de las pupilas. Que no era el amor, sino el amante.

Y tú, pequeño valiente, reconociste lo que nunca te había sucedido. Te habías enamorado. Hasta perder los sentidos. 




Claudia T

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