Durante dos semanas y dos días me concediste el placer de volver a saborear el fuego, de volver a pisar el infierno y de sentir ese calor torturante en la plenitud de mis sentidos.
Dicen que en el infierno se llora, si, así es, de miedo. Yo le conocí en persona, temía de él, y él con sus palabras me tranquilizaba cual niño pequeño entre los brazos de una madre.
Ahora, estoy buscando entre los arboles agujeros que me puedan volver a conducir a él, me recorro campos y praderas buscando conejos que me guíen a sus madrigueras, quizá alguna de ellas me conduzca de nuevo al calor.
Estoy sedienta, tengo hambre y en este mundo no hay nada que me sacie.
Pero sigo corriendo y corriendo, y me doy cuenta que es la segunda vez que tropiezo con la misma piedra en el mismo camino... Vaya, es cuando me doy cuenta de que no soy indestruible, sino, que soy humana
Claudia Tubilla
