domingo, 16 de diciembre de 2012

Pitillos y ceniceros

He tenido el infierno a mi lado y su suspiro de hielos aún gotea en la bañera. La he ido llenando de sal para que todos creyeran que era de lágrimas. Y he dejado reposar la mentira como si fuese un naufragio,como un dolor que al menos yo podría controlar. No es casual que el triste de una mirada reluzca como el olvido, y es absurdo intentar justificar el deseo en recaídas. Todos tenemos siempre más miedo de los daños que ilusión por la vida. Y lo entiendo.

Pero he limpiado la ceniza y he abierto las ventanas y cerrado el sumidero, y he comprado bombillas, libros y cerveza, y he añadido nuevas canciones al playlist. Me he visto a mí misma sonreír, como una puta revolución, pero por dentro.

No sé si me entiendes, pero yo sí. A veces me cuesta tanto explicarme. He tenido que separar sentimientos, diferenciarlos, darles una estructura, concederles el derecho a réplica y dictar una sentencia con fórmula de pregunta, de callejón sin salida, de gol sin red. Es decir: he tenido que enhebrar el desorden en que sobrevivo, juzgando a cada miedo por su osadía. Y sonrío, al fin sonrío. Tranquila como un charco que ya nadie pisa y todos bordean. Pero hirviendo por dentro, como si pudiera evaporarme en cualquier momento. Me voy a desnudar y a meterme en la cama. La puerta está cerrada, pero dejo la ventana abierta. Solo tú podrías entrar. Hay cerveza en la nevera, tabaco encima de la mesilla y poesías por todas partes. Te espero soñando. No me despiertes si no va a merecer la pena.