miércoles, 20 de octubre de 2010

Así fue el principio.


I Parte

No sé por qué, aquella respiración fuerte, la calle mojada, la gente paseando, las luces de las farolas me reflejaban, y caminando, había un banco donde pudimos sentarnos. Sentiaque de un momento a otro el acercó su rostro hacia el mío, le escucho respirar, le veo parpadear y noto sus labios cerca, muy cerca, hasta que se rozan.
Le oigo respirar más suave, tranquilo. Noto una caricia, cierro los ojos y siento el momento. Solo silencio, solo sentimiento.
El tiempo pasaba, la gente hablaba, reía... y abro los ojos, me encuentro con los suyos, azules, eran azules, con una pupila dilatada por la oscuridad. Silencio de nuevo.
Decidí por levantarme y seguir caminando hasta el momento de la despida. De nuevo silencio, de nuevo sentimiento.
Marché, marché confundida, asustada, pero sonreía, una leve sonrisa cubría mi cara, se podía ver en mí mi estado de ánimo, pero también se podía percibir el miedo de ... ¿Y ahora qué? Sí, es un adiós.



Claudia Tubilla

Y así fue el final.



II Parte

Y sí llegó el momento donde todo deseo y sentimiento mutuo desapareció.

Quizá intenté imaginar cómo podría haber hecho para cambiarlo todo y ahora estar feliz entre su recuerdo, entre sus brazos, pero no puedo. Todo lo hecho pasó.

Quisiera decirle cuánto añoro ver sus ojos cerca, robarle el aliento cuando estaba en frente, ver nuestras sonrisas después de los besos, pero ahora no queda nada, ni siquiera una esperanza. Me duele pensar que en mi registro de llamadas su nombre no aparecerá más, que no habrá más mensajes para poder vernos en las tardes y poder charlar. Y sin darme aquella noche una explicación, noté miedo, ese abrazo me marcó, estaba lleno de sentimiento, y aún no veo la razón de ese adiós. Quizá intente buscar una explicación suave y espereranzadora para no sufrir, para no ver la realidad de un modo oscuro, solo intento salir por la salida más grande y aireada para respirar hondo y decir que ese final no es un final normal, sino uno de los que queda esa esperanza.




Claudia Tubilla


Tiempos.

Perdida la esperanza, perdida la ilusión
los problemas continúan, sin hallarse solución
Nuestras vidas se consumen, el cerebro se destruye
nuestros cuerpos caen rendidos, como una maldición
El pasado ha pasado y por el nada hay que hacer
el presente es un fracaso y el futuro no se ve
La mentira es la que manda, la que causa sensación
la verdad es aburrida, puta frustración.

domingo, 17 de octubre de 2010

Más

· Menos mal que no eres de las que por un beso hacen un mundo entero y se creen que por eso se tiene que volver a repetir...

- Ya, qué pena que Tú seas de los chicos que a la primera que ven, se la consigan camelar para
compartir un trozo de lengua más.
Total, ¿Qué más os da?





Claudia Tubilla
A las chicas nos enseñan muchas cosas mientras crecemos: -si un niño te golpea le gustas, -nunca intentes enmendar tus tropiezos y -algún día conocerás a un chico maravilloso y tendrás tu propio final feliz. Cada película que vemos, cada historia que nos cuentan nos implora a esperar por eso, el tercer acto tiene un giro, la inesperada declaración de amor, la excepción a la regla, pero a veces nos concentramos tanto en encontrar nuestro final feliz que no aprendemos a interpretar las señales ¿Cómo distinguir a quienes les gustamos de aquellos a quienes no? Aquellos que se quedarán de aquellos que se irán. Y tal vez este final feliz no incluya un chico maravilloso, tal vez seas tú, sola, rearmando las piezas y comenzando de nuevo, liberándote a ti misma para algo mejor en el futuro, tal vez el final feliz sea solo continuar o tal vez el final feliz es este, saber que después de esperar esas llamadas, de los corazones rotos de todas las equivocaciones y las señales mal interpretadas, de todo el dolor y la vergüenza uno nunca jamás debe perder la esperanza.

viernes, 15 de octubre de 2010

ELLA.

Luz, más luz, oigo suspiros, felicitaciones, siento manos, escucho palabras, y de repente, siento un cuerpo cálido y cansado, agotado por ese esfuerzo, y oigo su voz, sí esa voz me suena, la llevaba oyendo nueve meses, pero ahora la oía con más claridad. Mamá pensé, sí es ella, por fin toco su piel suave.
Cuando pude abrir los ojos. Sí ella. No me la imaginaba así, es más de lo que pude pensar y soñar. Su tez clara, ojos oscuros, sus cálidas manos sujetándome y sobre todo cuando la miraba, siempre su sonrisa. Felicidad. El hecho de mi existencia la daba la vida.
Una de mis primeras reacciones de aprendizaje, fueron aquellos sentimientos que me demostraba cada segundo de mi vida. El que más podría sentir. El que todos conocemos. Amor. Amor de madre, de una madre primeriza.
Ella. Ansiada por ver mi futuro, mi presente, por escuchar mis primeras palabras, por ver mis primeras sonrisas, por demostrarla que gracias a ella estoy aquí, por darme un hogar.
Sí ese hogar, esa habitación decorada con la mayor delicadeza, con su pared pintada, un tono claro, un rosa palo, una ventana y sobre todo, aquel cuadro cosido a punto de cruz por ella. Se podía ver una letra grande, con tonos rosas oscuros y más claros, acompañados con ese rosa de la pared. Una “C” Había cosida en ese cuadro, una ”C” que pone pié a mi nombre, un nombre elegido por ella, por él; mi padre. Ambos lo escogieron, ambos quisieron darme ese nombre, un nombre que cuando lo dijeran se sintiesen orgullosos, un nombre que cuando lo nombrasen pudiese contestar por él.
En mi habitación había un cuco, donde me encontraba todo el tiempo que no fuese estar en sus brazos, y que cuando me acurrucaba en él, me ponían esa melodía, esa nana que en poco tiempo se me hizo familiar, al igual que esa mantita que todos hemos tenido alguna vez, que cuando te acercas a ella, te la llevas a la cara, cierras los ojos, vuelves al pasado y la respiras, la agarras con fuerza hacia a ti y sientes el olor de tu niñez y en unos instantes la añoras, a veces te entran ganas de vivir en aquel pasado y olvidarte de cualquier tipo de preocupación, y solo sentir sus caricias y besos, sus agotamientos por las noches, ver sus ojeras en su rostro, pero sus sonrisas al cogerte con ese sumo cuidado, con esa delicadeza para no hacerte daño, para no despertarte y poder seguir soñando.
Recordar sus paseos en el carricoche, paseando por las calles de tu pequeña ciudad, el ambiente cálido del verano, y sobre todo, ella. Ella orgullosa, ella preocupada por no tener que tropezar, ella mirándome como dormía, ella sentada en el banco de algún parque, mirando a los curiosos acercándose para verme y decir :
-¿Cómo se llama?, -¿Cuánto tiempo tiene?, Felicidades, - Es una niña hermosa,
-¡Qué grande está! , o -¡Qué pequeñina es!
Y ella dando las respuestas para una vez que se vayan, a algunos se les olvide y otros, llamen a sus familiares y les cuenten como ha sido ese encuentro.
Aquellas tardes en casa, una casa nueva, con nuevos integrantes, yo.
Aquellas tarde en la que se pasaban horas y horas enseñándome a hablar, a dar mis primeros pasos, a congelar imágenes con esa cámara nueva que compraron, esos álbumes sin completar, esa cámara de video donde se ven imágenes en movimiento de mis primeras vacaciones en la playa, de los castillos de arena que construía mi padre para impresionarme y luego destrozarlos así para hacerme reír, los hoyos profundos en los que me metían y él y ella me enterraban las piernas y no poder salir, las primeras navidades, ése árbol colocado en el hall, con sus bolas y adornos navideños, los muñecos de Papá Noel que cogía y los tiraba al suelo sin un por qué… El Belén de Navidad con los Reyes Magos, los pastorcillos… Los primeros regalos, los primeros muñecos de nieve con su zanahoria como nariz, piedras como ojos, las pequeñas ramas de los árboles secos como brazos, las primeras lágrimas, los primeros enfados, los primeros dientes…
Todo ello hasta ahora. Con esos recuerdos, una base. Con aquellas experiencias un edificio, y ahora es un rascacielos que se convertirá en uno de los más grandes, hasta tocar el cielo y las estrellas, conteniendo en él todos los momentos que crea tu mente y se quedan para siempre, donde nunca se perderán, aunque algún día conmigo ellos se irán, aunque un día tenga que decir adiós, aunque un día extrañes todo, aunque un día vivas menos de lo vivido y cuando un día tengas miedo, dirás:
-Mamá, aunque ahora sea grande, tenga el mayor rascacielos construido, aunque me hayas enseñado lo enseñable, quiero estar contigo, volver a ver esa luz, oír esas felicitaciones, sentir esas manos, escuchar esas palabras, sentir tu cuerpo cálido, agotado y oír tu voz y volver a decir:
Sí, es ella, es mi madre, es mi Mamá.


Claudia Tubilla

sábado, 9 de octubre de 2010

Sometimes.

Hay ciertos días ahora y después, en los que finjo que estoy bien. Pero no es eso lo que me molesta. Lo que más me duele, es haber estado tan cerca con tanto que decir … pero ver que te alejas, y nunca saber lo que pudo ser. Y sobre todo que no hayas visto que amarte es lo que intentaba hacer.

Claudia Tubilla